¿Quién es Karol G? Por qué Brasil aún se resiste a la música en español (2024)

La colombiana Karol G, ganadora del Grammy Latino al mejor álbum del año, pasó el año llenando estadios en Latinoamérica y EEUU y ahora se dispone a repetir la proeza en Europa. Sus entradas para el concierto en el Santiago Bernabéu de Madrid se agotaron en siete minutos. En Brasil, en cambio, país fronterizo con su tierra natal, es una desconocida para la gran mayoría. No es algo nuevo: Brasil vive de espaldas al resto de Latinoamérica en muchos aspectos, también en la música. El portugués es la barrera más obvia, pero no es el único factor. Ahora, con el mundo rendido definitivamente al reguetón, la indiferencia hacia lo que pasa en los países vecinos es aún más clamorosa. Brasil va a lo suyo.

Entre los 150 artistas más escuchados de este 2023 en Spotify Brasil, no aparece ninguno cantando en español. La reina absoluta fue Ana Castela, una jovencísima cantante de sertanejo. Este género, una especie de country brasileño donde abundan las letras sobre cuernos, decepciones amorosas y noches de cachaça para ahogar las penas, creció como la espuma en los últimos años y ahora es casi un monocultivo. El sertanejo domina la lista de los diez artistas más escuchados del año en Brasil. La única extranjera de ese selecto grupo es Taylor Swift. En su gran año, los brasileños tuvieron el detalle de hacerle un hueco en la novena posición.

Brasil tiene dificultades para escuchar música en español y eso es así desde hace mucho tiempo, comenta Analía Chernavsky, profesora de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA) de Foz de Iguazú, que admite que el fenómeno, a pesar de conocido por todos, es muy poco estudiado en el ámbito académico. “Además de la barrera del idioma hay una narrativa histórica compartida entre los países latinoamericanos hispanohablantes en la que Brasil no participa. En la enseñanza Brasil siempre se narra como un aparte, y eso acaba formando la cultura musical”, comenta por teléfono.

Hay otro factor clave: Brasil, con más de 210 millones de habitantes y una poderosa diversidad cultural, tiene una riqueza musical vastísima y una industria que hace que el país sea autosuficiente. El sertanejo ahora es el rey y señor, pero hay géneros para todos los gustos, y todos made in Brasil: desde la samba, el pagode y la bossa nova hasta el piseiro, el axé, el frevo, el forró, el tecnobrega, el arrocha o el gran paraguas que es la Música Popular Brasileña (MPB). Por tener, Brasil tiene hasta una nutrida escena de divas drag queens, como Pabllo Vittar o Gloria Groove, auténticas estrellas que arrastran a las masas.

Capítulo aparte merece el funk, el retumbante sonido nacido en las favelas y periferias de Río de Janeiro. La fortaleza del funk, de hecho, con nombres que lo han llevado al mainstream a través del pop para todos los públicos, como Anitta o Ludmilla, es uno de los principales diques de contención que impide la entrada del reguetón en Brasil. “Es una idea de autosuficiencia. El mercado brasileño produce y consume aquí mismo, se autoabastece. El funk brasileño es correlativo al reguetón del ambiente latinoamericano. Es el mismo nicho”, dice la especialista.

El género del perreo vive una era dorada. Las escuchas de reguetón aumentaron un 95% en todo el mundo entre 2019 y 2023. En Colombia fue una explosión: un crecimiento del 333%, según datos de Spotify. Pero Brasil no se rindió a ese boom. Maluma o J Balvin tuvieron un relativo éxito hace unos años, pero después de colaborar con Anitta, la gran estrella nacional, y arriesgarse con versiones en portugués. No acabaron de cuajar.

Anitta, de hecho, representa bien esos dos mundos que no se entienden. La brasileña se puso entre ceja y ceja dar a conocer al mundo el funk con el que creció en una barriada del norte de Río, pero no lo ha tenido fácil. Su mayor hit hasta el momento, Envolver, es un reguetón cantado en español. A los hispanohablantes les cuesta escuchar funk, y a los brasileños, reguetón. Anitta parece haber encontrado la estrategia definitiva en su misión evangelizadora panamericana y ahora le da a cada público lo que pide. Acaba de sacar dos singles al mismo tiempo: para el mercado en español, el reguetón Bellakeo, con el mexicano Peso Pluma. Para los brasileños, el funk Joga pra Lua, con los brasileños Dennis y Pedro Sampaio. Una canción del verano para cada mercado y punto final.

“Creo que la última canción en español que tuvo éxito en Brasil fue Despacito”, confiesa algo avergonzada Isabel Amorim, superintendente ejecutiva del ECAD, la entidad brasileña que gestiona los derechos de autor. El hit de Luis Fonsi data de 2017. En Brasil empezó a sonar con más fuerza gracias al remix en inglés en el que participó Justin Bieber. Aun así, apenas logró ser la 29ª canción más tocada en las radios de Brasil ese año.

La mayor permeabilidad hacia el inglés que hacia el español también se da con los artistas latinos que cantan en los dos idiomas. Un caso curioso es el de Shakira. Los brasileños cantan el Waka Waka en su versión en inglés. Y aunque “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, Brasil no ha hecho mucho caso a las puyas de la colombiana a Gerard Piqué en los hits que lanzó en los últimos meses. En las fiestas en Brasil, la canción de Shakira que desata emocionados cánticos a viva voz sigue siendo Estoy Aquí, que tiene nada más y nada menos que 28 años.

Igual que en buena parte del mundo tras la pandemia, este año Brasil registró un crecimiento exponencial de conciertos y festivales. El ECAD dio licencias para 34.156 conciertos, un 50,3% más que en 2022. Suele decirse que Brasil está lejos de los circuitos musicales internacionales y que para los artistas extranjeros visitar este país de tamaño continental a veces no sale rentable, pero en los últimos meses pasaron por Brasil Coldplay, los Red Hot Chilli Peppers, The Weeknd, Taylor Swift, Roger Waters o Paul McCartney, entre muchos otros.

Los artistas latinoamericanos vuelven a ser los grandes ausentes. El año pasado, Bad Bunny llevó su gira mundial por 15 estadios latinoamericanos, pero pasó de largo de Brasil. Simplemente, no compensa, porque no hay demanda. Karol G, el último bombazo de la música latina, dará un único concierto en Brasil en mayo, en São Paulo, en una sala con capacidad para 8.000 personas. Mientras tanto, la incombustible Ivete Sangalo, una de las cantantes más queridas de Brasil, acaba de llenar el estadio de Maracaná de Río de Janeiro para celebrar sus 30 años de carrera.

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As an enthusiast with a deep understanding of the topic, particularly the intersection of music, culture, and language in Latin America, I can provide valuable insights into the article you shared.

Firstly, the article discusses the popularity of Karol G, a Colombian artist, who won the Latin Grammy for Best Album of the Year. Her success is evident in the rapid sell-out of concert tickets at the Santiago Bernabéu stadium in Madrid. However, the article notes that in Brazil, a neighboring country to Karol G's homeland, she is relatively unknown to the majority of the population.

The central theme revolves around Brazil's distinctive music scene and its apparent detachment from the rest of Latin America, especially in the context of language barriers and historical narratives. The Portuguese language serves as a significant obstacle to the popularity of Spanish-language music, such as reggaetón, in Brazil. Despite the global embrace of reggaetón, Brazil seems indifferent to the musical trends in neighboring Spanish-speaking countries.

The article introduces Ana Castela, a young sertanejo singer, as the dominant figure among the 150 most-listened artists on Spotify in Brazil in 2023. Sertanejo, a Brazilian country genre, has experienced substantial growth and now dominates the country's music scene. The diversity of Brazilian music is highlighted, ranging from samba, pagode, and bossa nova to various regional genres like piseiro, axé, frevo, forró, and more.

A notable factor contributing to Brazil's musical independence is its vast and self-sufficient music industry, with sertanejo currently reigning supreme. The article also emphasizes the role of funk, born in the favelas of Rio de Janeiro, as a powerful genre that has prevented reggaetón from making significant inroads in Brazil. The self-sufficiency of the Brazilian music market is attributed to the popularity of funk.

The article mentions the golden era of reggaetón, with a 95% increase in global listens between 2019 and 2023, but notes that Brazil has not fully embraced this trend. Even internationally successful Latin artists like Maluma and J Balvin faced relative challenges in gaining traction in Brazil, despite collaborations with Anitta, a Brazilian pop sensation.

Anitta, who bridges the gap between the worlds of funk and reggaetón, is highlighted as an artist who understands the distinct preferences of both Spanish-speaking and Portuguese-speaking audiences. Her strategic approach involves releasing singles in both Spanish and Portuguese to cater to different markets.

The article points out the limited success of Spanish-language songs in Brazil, with "Despacito" being one of the few notable exceptions. The preference for English over Spanish is highlighted, even with artists like Shakira, whose English version of "Waka Waka" is more popular than the Spanish version.

In terms of live music, Brazil experienced a significant increase in concerts and festivals in 2023. While international artists like Coldplay, Red Hot Chili Peppers, Taylor Swift, and others visited Brazil, the article notes a relative absence of Latin American artists in the country's concert lineup.

In summary, the article explores the unique dynamics of Brazil's music scene, emphasizing linguistic, cultural, and historical factors that contribute to its independence from broader Latin American musical trends. The dominance of genres like sertanejo and funk, along with the language barrier, plays a crucial role in shaping Brazil's distinct musical landscape.

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